sábado, 23 de agosto de 2014

Cuatro estrofas

"A Late Quartet" / "El último concierto"
de Yaron Zilberman
con Philip Seymour Hoffman, Christopher Walken, Catherine Keener, Mark Ivanir e Imogen Potts

Uno ha visto cine. Mucho cine y desde hace mucho tiempo.
Pero justamente ahí está la seducción y el desafío ante el inicio de cada nueva película.
Muchas veces uno sabe que va a poder disfrutar de una película ya sea por el fanatismo por su director,  o por su guionista o porque lo seduce el elenco. Pero así todo jamás está asegurado que el film cumpla con las expectativas que uno le había puesto.
Por el contrario, algunas veces, no muchas veces, aparece una película pequeña, sin ruido y sin ningún aparataje comercial detrás que deja un sabor extremadamente delicioso. El de haber visto una pequeña obra de arte.

Asi me paso con la francesa "Amigos Intocables", la mejicana "Cinco dias con Nora" o la sueca "Estocolmo Este" sólo para mencionar algunos ejemplos relativamente recientes y que me vienen a la cabeza.
Tal es el caso también de "A Late Quartet" una película pequeña, de cámara, casi una obra teatral por los pocos personajes, el formato de los diálogos y los vínculos profundos que se entretejen entre ellos.

Un cuarteto de cuerdas, cuyos músicos se conocen hace ya 25 años se ve profundamente desestabilizado cuando uno de ellos da la noticia de que una enfermedad, con un resultado inicierto. Y es altamente probable que una vez que inicie el tratamiento, ésto lo haga retirarse definitivamente del mundo de la música.

Este es sólo el pequeño puntapié inicial, que irá produciendo un tremendo efecto dominó en cada uno de los miembros restantes, no sólo en lo que compete a su tarea dentro del grupo musical sino más aún en sus  terrenos personales.

Quien anuncia la enfermedad es Peter (Christopher Walken) lidiando con el fantasma de una viudez reciente que todavía lo invade.
Robert y Juliette (brillantes Philip Seymour Hoffman -en uno de sus últimos trabajos para la pantalla grande- y Catherine Keener) se han conocido en este mismo cuarteto y llevan varios de matrimonio y una hija en común Alexandra, que decide tomar clases de violín con el cuarto integrante, Daniel (Mark Ivanir), un músico dotado y primer violín del grupo.

Yaron Zilberman debuta en la ficción como director y es también guionista de "A Late Quartet" y realmente sorprende por la sinceridad y la precisión con la que plantea las diversas situaciones de la historia y cómo lograr plasmarlas en los diálogos.
Obviamente que todo lo que sucede  ya ha sido visto de alguna manera en otras oportunidades: duelo de egos dentro del grupo, crisis de pareja, relaciones conflictivas de padres con hijos, amores del pasado, amores actuales, engaños... muchos de estos conflictos empiezan a salir a la luz a partir de ese pequeño gran movimiento que hace uno de los miembros del grupo donde ineludiblemente empiezan a movilizarse todos los demás..
Con esta especie de catarsis grupal, algunos sentimientos escondidos, viejos resentimientos y conflictos actuales van saliendo a la luz, quebrando, fracturando, dividiendo al grupo y perdiendo ese orden y ese equilibrio que habían logrado mantener durante tanto tiempo.

El hilo conductor es el concierto-despedida que están preparando, en donde tocarán la famosa pieza de Beethoven para cuarteto de cuerdas No. 14, opus 131, pieza que justamente a pedido del autor debe tocarse sin pausas, ininterrumpidamente y por lo tanto requiere de un cierto dominio y de una precisión única.
Pareciera que inspirado justamente en esta consigna, Zilberman encadena los distintos conflictos de cada uno de los miembros sin dar pausa, con una intensidad dramática que va creciendo conjuntamente acon el avance del film.

No hay mucho nuevo bajo el sol en los conflictos que pretende desarrollar pero si hay una mirada honesta, diálogos sinceros, simples, sin declamaciones, sin artificios pseudo-intelectuales donde los protagonistas quedan obligados a decir cosas inteligentes. Por el contrario, gana mucho más con los sentimientos expuestos a flor de piel y con una sincronía enviadiable entre los intérpretes.

La pareja que conforman Catherine Keener y Phillip Seymour Hoffman tienen en sus momentos de crisis, los mejores diálogos y las mejores situaciones del film, que les permiten un lucimiento individual que potencian más aún cuando aparecen los dos conjugándose en la pantalla.
Demuestran una vez más que son dos actores enormes y pasan por diferentes estados de ánimo con una ductilidad y una precisión, que mejoran aún más a lo planteado por el  guión.
Christopher Walken dota a Peter de toda la sabiduría del miembro más anciano del grupo y que puede tomar una cierta distancia a todos los conflictos que comienzan a aparecer a partir de su noticia.
Otra sorpresa del film es Mark Ivanir, un rostro desconocido en la cartelera porteña pero que completa el cuarteto estando completamente a la altura de sus compañeros de elenco. Será el maestro  de Alexandra (Imogen Poots de "Noche de miedo" y "Jane Eyre") y sentirá por ella una cierta atraccion, abriéndose otra de las bifurcaciones de la historia con sus consecuencias y derivaciones.


Una pequeña historia narrada con mucha sensibilidad, con un excelente elenco y un guión sutil pero por sobre todas las cosas sencillo y sin pretenciones. De esas pequeñas obras que aparecen cada tanto y nos dejan el gusto de haber saboreado un rato de buen cine.
Super recomendable.

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