domingo, 18 de abril de 2010

Una historia de profunda amistad: una joya animada

"Mary and Max"
de Adam Elliot
film de animación para adultos
con las voces de Toni Colette, Phillip Seymour Hoffman y Eric Bana

El australiano Adam Elliot ganó el Oscar al mejor cortometraje de animación 2004 con "Harvie Krumpet" (obviamente disponible en Youtube) y causó sorpresa. Pero luego estrenó en el Festival de Sundance su primer largometraje, esta joya de la animación que es "Mary and Max", que presentó más tarde en  Sitges y finalmente ganó el Cristal de Annecy, el mayor premio del festival más importante del mundo de la animación.

Con la técnica de Claymation (Plastilina en movimiento), mediante la animación cuadro a cuadro/ stop-motion, Elliot nos cuenta una historia que se destaca por la minuciosa elaboración de los dos personajes principales y también de la galería de personajes secundarios, con un profundo trabajo en su guión que logra transmitirnos todas las vivencias de cada uno de ellos, retratados con una sensibilidad particular.


Por un lado nos presenta la historia de Mary, una nena solitaria de 8 años que vive en los suburbios de Melbourne que solamente se distingue por ser la niña fea de la clase con una mancha de nacimiento que cubre visiblemente su frente. Su disfuncional familia se completa con una una madre cleptómana y alcohólica y una padre casi ausente que trabaja mecánicamente en una fábrica de saquitos de té.
La presentación de la historia remite a los mejores momentos de "Amélie" de Jeunet & Caro, con simpáticos hechos como la historia del vecino que tiene miedo de salir de su casa, su mascota que es un gallo y la descripción de las bizarras costumbres de su madre.


Como desdoblando perfectamente a "Harvie Krumpet" en dos personajes, luego nos presenta a Max, un hombre judío, con síndrome de Asperger que vive en Nueva York, sin mayor vínculo con el afuera que una vecina extremadamente singular, su grupo de Comedores Compulsivos y su inseparable amigo imaginario Mr. Ravioli.
Plagada de detalles inteligentes en el mundo de cada uno de ellos, la excelente descripción y la estética visual entre el blanco y negro y el sepia remite a otra brillante película de animación como "Les Tripplets de Belleville" que también se habia podido ver hace unos cuántos años en otro BAFICI previo a su estreno comercial.

Para Max, la vida cambiará, a partir del momento que reciba de pura casualidad la carta de una niña solitaria en busca de respuestas que ni siquera él tiene de si mismo.
 
El ritmo de comedia -exquisitamente negra, por momentos- va virando a medida que estas dos personas comiencen a establecer un vínculo más profundo mediante sus cartas escritas a máquina (algo ya completamente dejado de lado en esta época de tanto e-mail, internet y chat) y enviadas uno al otro con algún regalo especial que completa el gusto y el rasgo distintivo de cada personaje.

Y es interesante ver como Elliot retoma en este largometraje los mismos temas que lo preocupaban en Harvie, su criatura anterior: se vincula con Mary al tener una madre mentalmente inestable y una figura paterna desdibujada, la aparición de la muerte como hecho modificador en distintas circunstancias durante su infancia y la desgracia como golpe de timón en cada gran cambio de su vida. Lo une a Max, el rasgo de personaje completamente solitario, aislado del mundo por su enfermedad (en el caso de Harvie era el asma y el Sindrome de Tourette), la falta de pareja y una libretita colgada de su cuello como "ayuda" para la vida.
 
"Mary and Max" nos cuenta  en defnitiva, una historia de seres solitarios y marginados, separados por una distancia geográfica, de edad y fundamentalmente de la comprensión del mundo que los rodea. Sin embargo, el vínculo que los une es tan intenso, que la amistad que hacen perdurar a través de los años va a ser competamente definitoria para la vida de ambos.

Si bien el humor, las sutilezas y una fuerte carga de ironía atraviesa toda la película, Elliot prefiere profundizar el giro dramático sobre el final de la historia, sin apartarse en ningún momento del delicioso trabajo de sus criaturas ni de su guión.
Sin caer en golpes bajos, su desarrollo final deja un sabor agridulce que de todos modos se agradece profundamente, como una de esas películas que no serán facilmente olvidables ante el paso del tiempo.

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