jueves, 11 de agosto de 2011

Las aguas bajan turbias

"Aguas turbulentas"
de Erik Poppe
con Pal Hagen Valheim Sverre, Trine Dyrhol, Ellen Dorrit Petersen y Fredrik Grondahl

Jan sale de prisión luego de cumplir su condena.  Tenemos pocos datos, sólo que ahora parece tener una segunda oportunidad para dedicarse a su música como organista en una iglesia, un lugar de por si vinculado con una mirada más bondadosa a su reinserción en la sociedad.
Con una  delicadeza admirable para irse metiendo en terreno farragoso, el guión nos va abriendo lentamente una ventana a su pasado por medio de flashbacks y de pequeños datos para ir armando el rompecabezas.

No solamente se desarrolla como profesional sino que además encuentra en Anna, una madre soltera que forma parte de la Iglesia, su posibilidad de recomponer también su vida en el terreno afectivo.

También a ella le dará muy poca información de su "vida anterior". Pero en algún momento el pasado vuelve a precipitarse sobre su vida: Agnès, llega a esta iglesia en una visita escolar junto a sus alumnos. Ella reconoce a Jan como el joven que fue condenado por un asesinato de su hijo.

Ganadora del premio del Jurado y Premio del Público dle Festival de Hamptons y de los Canon Awards en el Festival de Cine de Noruega,  "Aguas turbulentas" habla nuevamente de la madurez con la que el cine escandinavo -con tanta reticencia por parte de la distribución en nuestro pais- aborda temas delicados, mostrando un alto nivel de compromiso en su narrativa.

Tan fuerte en su impacto musical con una banda de sonido impecable, como en sus silencios que transmiten emociones profundas el guión se mantiene atento de no tomar partido en la delgada linea del perdón, la culpa, el fantasma del pasado, el olvido, la memoria y la redención.
Para cumplir con su objetivo, la historia está contada de forma abiertamente cruda, sin golpes bajos, pero con una sequedad y una sinceridad penetrante. Victimas y victimarios necesitan que sus voces sean escuchadas, las dos puntas de una misma trama empiezan a confundirse porque no es tan fácil tomar partido, máxime desconociendo las pulsiones que llevaron a cada uno de los protagonistas a  vivir lo sucedido.



Poppe maneja perfectamente los hilos de cada uno de los personajes, los expone emocionalmente a un proceso tan doloroso como noblemente contado, de forma tal que el espectador se identifique en momentos diferentes con cada uno de ellos tratando de poner un manto de compresión a cada una de las motivaciones que los habitan. El guìón construye la trama en tres momentos diferentes, el primero de ellos desde el punto de vista de Jan, luego recorre la mirada de Agnes, para enfrentarlos en el tramo final donde la historia ya se ha entrecruzado.

Con un cine que respira inevitablemente la impronta de los movimientos de Lars Von Trier y su dogma, como del cine de Vinterberg, Erik Poppe elige trazar un peregrinaje desde el dolor a la liberación, de la culpa a la redención desatando escenas intensas y potentes brillantemente jugadas por Pål Sverre Valheim Hagen como Jan y Trine Dyrhol como Agnes que brindan dos soberbias interpretaciones.

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