lunes, 26 de julio de 2010

Si querés sufrir.... sufrí

"Nacidas para sufrir"
de Miguel Albaladejo
con Adriana Ozores, Petra Martinez, Malena Alterio y Mariola Fuentes

Miguel Albaladejo es un director con un ritmo interesante para la comedia. Ya lo había demostrado en "El cielo Abierto" (con Sergi Lopez y Mariola Fuentes) y "Cachorro", dos de sus películas anteriores. Sin embargo en "Nacidas para sufrir", Albaladejo parece no sentirse cómodo con el material que está moldeando e intenta por varios caminos llegar a buen puerto, pero solamente lo logra muy parcialmente.

Flora (Petra Martinez) es la típica solterona cuya única hermana murió muy joven y le dejó tres sobrinas huerfanitas de las que tuvo que ocuparse amén de todos sus parientes enfermos que ha cuidado, casi olvidándose de su propia vida.
Las tres sobrinas crecieron, se fueron del pueblo y vuelven ahora ante la muerte de uno de sus  familiares. Flora teme que ahora que tienen que cuidar de ella, la internen en la residencia donde trabaja una de sus sobrinas que es monja (Malena Alterio).
Su única salvación es Purita (Adriana Ozores), la mucama que la ha estado ayudándo en los últimos años, y que es la única con la que se siente en familia. Para poder dejarle su casa, entonces, y que la herencia no sea dilapidada por sus sobrinas, Flora planea casarse con su doméstica y asegurarse de esta forma, alguien que la cuide.
En un pueblo chico (infierno grande....) los planteos morales de Albaladejo pudiesen haber dado para despuntar una comedia llena de ironía, de enredos y de humor negro, como en sus trabajos anteriores.
Sin embargo, más interesado en moralizar en cada uno de los personajes, el tono de comedia queda recortado al estereotipo de los años setenta, dejando sin explotar a sus personajes secundarios (casi imperdonable que deje a Mariola Fuentes en el medio del camino y no le de continuidad a su personaje) o a los distintos personajes del pueblo.

 En "Nacidas para sufrir" (un film que ya desde el título parecía destilar ironía), Albaladejo se sirve de extremos y antagonismos basados en el lugar común para mostranos las miserias cotidianas, la falta de solidaridad con nuestros mayores y la codicia por heredar o quedarse con algo.
Por un lado, en un extremo: la inocencia, la candidez y la bondad de Purita (subrayado ya desde el nombre del personaje) y como en las antípodas la presencia de la maldad y la codicia en el rol de su madre (María Alfonsa Rosso, en una actuación de dudosa soportabilidad).
Entre medio de ellas, con cierta ambiguedad que se agradece, se mueve el personaje de la tía Flora una especie de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago" quien pareciera dedicar su vida a servir, predicando la bondad, pero en su intimidad es terriblemente calculadora y egoista.

Si bien algunas actuaciones como la de Adriana Ozores como Purita (muy por sobre el nivel de sus trabajos anteriores como "Heroina" o "El método") o la Petra Martínez como Flora son interesantes, no alcanzan en absoluto para que la fábula tal como está planteada llegue a buen puerto. Tiene un inicio interesante, pero poco a poco la trama se va volviendo poco creíble, con vueltas de tuerca sumamente aritificiales y por momentos demasiado infantiles.
Esperaremos al próximo Albaladejo y veremos de qué se trata.

viernes, 23 de julio de 2010

Amores que matan

"Mi Hijo" ("Mon fils à moi")
de Martial Fougueron
con Nathalie Baye, Victor Sévaux, Olivier Gourmet y Marie Kremer.

Tal como sucede con "Partir" un estreno de esta semana en cine, y también perteneciente a la producción filmográfica francesa (Ver crítica completa), la historia de "Mi hijo" abre con una secuencia que es en realidad el final de la historia que  el director nos quiere contar.
Por lo tanto, toda la película será como un extenso flashback, con el que los espectadores tendremos los elementos necesarios para saber cómo estos personajes llegaron hasta ese desenlace.

En este caso, la opera prima de Martial Fougueron nos muestra el devenir de una familia de clase media en una pequeña ciudad de provincia, donde ya desde las primeras escenas se sburaya la disfuncionalidad con la que se manejan tanto el padre (profesor universitario al que parece no interesarle tanto su familia como su trabajo)  como en la figura de la madre, una ama de casa al cuidado de sus hijos: una hija mayor que ya va a la universidad y un hijo menor que se encuentra en pleno inicio de la adolescencia.

Ante la falta de un vínculo sólido con su marido -que aparece como una figura completamente desdibujada tanto en su rol de pareja como de padre- y con su hija a quien, en apariencia, parece no importarle demasiado su relación con ella, toda la energía de esa madre (interpretada magistralmente por Nathalie Baye - la actriz de "La Belleza de Venus", "La flor del mal " de Chabrol, o "La Clienta") está puesta al servicio de su hijo menor. Una madre completamente controladora, que necesita saber a ciencia cierta cada paso de su hijo, cada movimiento y que no puede aceptar que ella haya dejado de ser el centro de su vida.

La brutalidad con que esa madre no se da por vencida y va tejiendo un ámbito asfixiante, hace que su hijo sienta más una necesidad de escape, que de acercamiento, lo que retroalimenta esta necesidad de persecución y control. Pero aún así, cuando ella vea que la vida de su hijo se le va escapando de la manos, en un proceso normal de crecimiento de cualquier adolescente, comienza a maltratarlo y a violentarse físicamente con él, y es ahí cuando el film logra sus escenas más fuertes y una tensión creciente e inquitante.

Si bien justamente la película habla del enfermizo vínculo que la madre entabla con su hijo, y la necesidad del hijo de escapar de las garras de esa madre, la austeridad con que se maneja el guión, no permite que la historia se transmita con la fuerza que contiene una situación de esa naturaleza.
Quizás Fougueron haya sido extremadamente medido en la manera de contar la historia, con movimientos demasiado calculados para no exacerbar el dramatismo, ni regodearse en la violencia. La pintura en la inacción de ese padre que sólo logra tener algún destello aislado cuando la violencia de esa madre ya es imparable (una interesante actuación de Olivier Gourmet como ese padre que duda de cumplir su rol dentro de la familia, que escapa a imponer la ley paterna) habla de la limitación en los riesgos que quiso tomar el director. Todo está expuesto, pero es uno quien tiene que tomar partido por los personajes que se muestran ascéticamente retratados.
Otro punto alto es la excelente actuación de Victor Sévaux como el hijo, quien junto con Baye soportan casi solos el peso de toda la película.

Ganadora de la Concha de Oro en el festival de San Sebastián 2006 como Mejor Película y también a Nathalie Baye como Mejor Actriz, "Mi hijo ("Mon fils à moi")" logra interesar más por las excelentes actuaciones que por la historia en sí misma, al que el director de esta ópera prima pareciera no haberse animado a contar en toda su violenta intensidad.

viernes, 2 de julio de 2010

Infancia à la Nicolas

"Le petit Nicolas"
basada en la obra de René Goscinny y Jean-Jacques Sempé
de Laurent Tirard
con Kad Merad, Valerie Lemercier y Sandrine Kimberlain 

Para quienes no lo conocen, "El pequeño Nicolás" es una de las series de novelas ilustradas más populares de toda Francia, creada por René Goscinny, a la altura del reconocimiento de "Lucky Luke" y "Asterix y Obélix" que ya fueron oportunamente llevadas a la pantalla grande.
En ese caso los relatos de Goscinny, magistralmente ilustrados por Sempé en sus ediciones gráficas, pasan a la pantalla grande de la mano del realizador Laurent Tirard ("Molière") quien asume el riesgo de trasladar esta historia y lo logra con un aire fresco y entretenido, apuntándose a su favor algunos aciertos pero también cosechando algunas objeciones.

Claramente la idea principal es seguir a Nicolás en sus desventuras dentro de una familia tipo de los años '50 y su mirada a la escuela primaria y sus amigos de curso.
Aunque esta infancia no tenga tantos puntos de contacto con los niños de hoy en día, la vigencia de la mirada infantil con cierta candidez y porqué no con un poco de nostalgia sobre los tiempos que no volverán, resulta interesante y atractiva, sobre todo cuando apuntala el relato en esa mirada infantil llena de frescura.

La anécdota es sumamente sencilla: Nicolás si bien vive feliz y querido en su hogar con sus padres, al escuchar una conversación entiende que su madre está esperando un hermanito y habiendo tenido un compañero de colegio que está pasando por una circunstancia similar, imagina que rápidamente él quedará de lado y que este nuevo integrante de la familia acaparará la atención de sus padres por lo que probablemente él ya no sea tan amado y deseado como lo era hasta ahora.

Esta historia es apenas más importante, actuando como hilván de muchas otras pequeñas anécdotas que a manera de viñetas se van conjugando para presentarnos un fresco de la vida de Nicolás en familia, con sus vecinos, su barrio  y fundamentalemente con sus amigos y en su escuela primaria.

Cuando presenta las situaciones escolares, la película de Tirard levanta vuelo gracias a que cada uno de los personajes arquetípicos del mundo escolar de Nicolás están pintados a la perfección: el alumno "traga", el gordito de la clase, el que tuvo el hermanito, el aventurero, el niño rico con aires de superioridad y el que vive en las nubes.
La maestra (con una deliciosa actuación de Sandrine Kimberlain), el director, el celador, la suplente (uno de los momentos más logrados), el Inspector Escolar, todos personajes ligados entrañablemente al imaginario colectivo a los que el guión y el desarrollo de la historia le saben sacar el mayor provecho.

En familia, lo apuntalan dos comediantes brillantes como Kad Merad -el padre- ("Bienvenidos al pais de la locura" "La cancion de Paris" "Mis estrellas y yo") y la madre es Valérie Lemercier (a quien vimos junto con Daniel Auteuil en "El invitado"). Sin embargo, hay algunas escenas donde justamente los padres no parecen encontrar el tono justo para jugarlas y Maxime Godard como Nicolás nos deja con ganas de un niño más pícaro -como uno imaginaba ese dibujito de Sempé- más "vivaracho" y "sabandija".

De todas formas, la excelencia con la que conduce el elenco infantil y el tono general de la película con una mirada pura y divertida a las vivencias de este grupo de chicos dentro de una infancia en la que había juegos callejeros, reuniones en el baldío del barrio y la posibilidad de travesuras con los amigos del cole; contagia una sonrisa fresca y entretiene con una comedia blanca como hace mucho tiempo que el cine no nos regala, en estos tiempos donde muchas veces hacer reir depende de la grosería y del humor escatológico.

Bienvenido entonces, Nicolas!, un soplo fresco para recordar con nostalgia y alegría una infancia como las de antes.